1 sept 2013

DOÑA BÁRBARA

Breve apunte sobre el simbolismo nominal y político.

                                                                                                      M.Romo

        En los albores del siglo XX triunfa en Hispanoamérica la novela llamada regionalista que lejos de practicar una escritura basada en la evasión y el preciosismo propio de algunas corrientes finiseculares, hizo intentos por interpretar la realidad de América latina, imbuida por los incipientes cambios: el avance de la clase media, la crisis del latifundismo económico y la proliferación de movimientos de reivindicación obrera que hacían presagiar la necesidad de reformas políticas y sociales. En este tipo de novelas predomina el ambiente rural, las descripciones costumbristas y el tono heroico.
        Dentro de esta corriente regionalista, Doña Bárbara, la novela de Rómulo Gallegos, se sumerge en la particular problemática socio económica de Venezuela, deteniéndose en lo intrínsecamente autóctono de la vida del llano y sus habitantes, pero al mismo tiempo transcendiéndolo, aprehendiéndolo como un conflicto universal, el del hombre y su entorno. La novela replantea por tanto, el histórico dilema sarmientino civilización versus barbarie que se empezaba a interpretar como europeización y americanización.1 La relación del hombre con su tierra, constituye la temática central, confiriéndole un tono americanista en sintonía con esa búsqueda de la identidad nacional evidenciada en las letras del momento. El narrador interviene ideológicamente en el relato denunciando la injusticia social e incluso proponiendo soluciones idílicas.

      El esquema de la novela es aparentemente sencillo. Santos Luzardo, joven abogado de la ciudad, es obligado por las circunstancias a volver a su tierra, la finca de Altamira que construyeron sus ancestros y que se encuentra en peligro de extinción. El retorno al hogar donde transcurrieron los tiernos años de su niñez, supone revivir el pasado olvidado, recuperar sus raíces, la toma de conciencia ante la devastadora visión del abandono y de la acción represiva y aniquiladora de la barbarie, personificada en Doña Bárbara, propietaria de “El Miedo”. Lo que iba a ser un viaje de ida y vuelta, se convierte en un intento de restauración emprendido por el protagonista, Santos Luzardo, que cambia la dirección de sus planes iniciales, movido por un impulso idealista.
       Aunque la obra de Rómulo Gallegos ha sido considerada por algunos “trasunto de La Vorágine2, disiente en su tono optimista muy alejado del fatalismo de su predecesora y de la exacerbada imaginación del protagonista creado por Rivera. Doña Bárbara muestra cómo se desarrolla un proceso histórico y social. Mientras que en La Vorágine, el protagonista, Arturo Cova, intentaba encontrarse a sí mismo fuera de la civilización, en la obra de Rómulo Gallegos, Santos Luzardo es el héroe que lucha por introducir la civilización en la barbarie, erigida aquélla como utópica esperanza de futuro. La naturaleza, aunque indómita, no tiene tintes tan siniestros y podrá ser sometida finalmente a la voluntad de su conquistador. 
      Sus descripciones y la vida en el llano aparecen con toda su magnificencia, un auténtico canto general a Venezuela, cumpliendo de ese modo las pretensiones de un determinado tipo de lectores que han querido ver en la novela un exponente de reivindicación nacionalista. El mismo nombre de “Altamira” connota el proyecto de una utopía infundida por principios idealistas.
     La simbología nominal de Doña Bárbara, amplía el sistema referencial, no solo convirtiendo la finca de Altamira en reencarnación viva de América, sino en símbolo de cualquier idea perseguida por hombres poseedores de excelsos ideales. Los nombres de sus protagonistas, Santos Luzardo y su oponente Doña Bárbara, representan respectivamente, el progreso y las fuerzas de la barbarie, la esperanza en el futuro y el anquilosamiento en antiguas formas del pasado. Doña Bárbara, resulta de ese modo, la personificación de los valores negativos de una América cerrada y brutal que ejerce su influencia desde “El Miedo”, que cree en hechicerías y supersticiones.3 La equivalencia con esa América encuentra una justificación común para su crueldad en la violación que ambas padecieron, idea ésta, obsesiva en el pensamiento mexicano.Connotación nominal también negativa conlleva el personaje de Mr. Danger, referencia metonímica a una Norteamérica explotadora y oportunista. 
        La historia de amor entre Luzardo y Marisela, conjunción de luz y mar, es por el contrario, una alegoría en la que subyace las ideas reformistas del autor. Marisela es el símbolo del personaje nuevo fruto de la acción civilizadora de Luzardo, que como un Pigmalión ha favorecido su metamorfosis, metamorfosis que a otro nivel, será precedente de la del Llano. Su unión defiende que cualquier proyecto de civilización de una nación debe tener en cuenta sus raíces, su pasado histórico, sus peculiaridades culturales. Es importante no olvidar que el joven Luzardo es un criollo por cuya sangre corre lo autóctono. En su utopía se proyecta el deseo de armonizar posturas divergentes, avivar cuanto de generoso e indómito hay en el alma del llanero; de ahí el final optimista y conciliador con el que concluye la novela:
“…desaparece del Arauca el nombre de El Miedo y todo vuelve a ser Altamira… 5 

    En Doña Bárbara se combinan de ese modo, el realismo evidenciado en la minuciosa descripción de la vida del llano, y el simbolismo que lo trasciende. El realismo usado como recurso artístico satisface las expectativas de cualquier lector que se acerca a la obra para recrearse en la aventura y el deleite de lo exótico. Pero es el simbolismo el que otorga a la novela, esa vigencia proyectada hacia lo eterno e intemporal. Sin el simbolismo que entraña tanto sus personajes, como los elementos inmersos en el paisaje, sin la belleza de sus imágenes, la novela no hubiera podido encumbrarse como obra de arte. El valor estético de las descripciones del caimán o el episodio de la mutilación del toro, apuntan a esa visión panteísta en la que el hombre se funde anímicamente con la naturaleza y los demás seres. Del mismo modo la rudeza de la vida del llano se convierte metonímicamente en la de cualquier vida humana, sea cuales sean sus circunstancias. La esencia de la lucha es la misma, remite al conflicto del hombre inmerso en su particular entorno. El bien en este caso, logra triunfar sobre el mal, “Altamira” recupera el territorio usurpado por “El Miedo”. Incluso los caracteres maniqueístas de los personajes evolucionan satisfactoriamente siendo remodelados por la acción de la justicia y la benevolencia que reciben finalmente su recompensa.
  
     Desterrado el determinismo, el hombre es capaz de superar cualquier traba humana o física, evolucionar y perfeccionarse. Esa capacidad de cambio infiere a los personajes una profundidad psicológica inusual en la narrativa meramente costumbrista, al mismo tiempo que infunde de optimismo a la condición humana. La novela es moralista y ejemplar, ya que concluye con un final que difícilmente se desarrollaría tan convenientemente en la vida real.
     Ulrich Leo identifica el virtuosismo de la técnica con el realismo, y el arte con la utilización de lo simbólico.6 Del equilibrio de ambos surge la auténtica obra de arte, el mito. Rómulo Gallegos utiliza expresiones simbólicas que no sólo significan, sino que connotan cuanto misterioso y mágico entraña la apariencia de las cosas a la espera de ser desvelado. Las comparaciones, las metáforas y las imágenes son de una sutileza exquisita y denotan una fina sensibilidad. En las comparaciones se sustituye la usual estructura de “tan…como” por el uso de oraciones gramaticalmente paralelas que predisponen a una mayor expectación. Tales expresiones sin el elemento comparativo que las restringe resultan menos racionales, más vitales. Rómulo Gallegos renuncia así a la exactitud lógica en pro de la expresividad poética. Nos describe la realidad del paisaje antes de que éste entre en contacto sintáctico con lo psiquico-poético. La realidad es descrita con detenimiento previamente a ser utilizada como símbolo y representación de una idea o un sentimiento. 
   
           El título de cada capítulo nos previene ya desde el inicio, de su interpretación simbólica. Así sucede con “Los amansadores” episodio en el que se describe la doma de un potro y se sugiere al mismo tiempo, la equivalencia entre el potro y el alma salvaje de Marisela. La doble lectura se evidencia en el uso de la palabra “Catira” como nombre de caballo y sinónimo de “rubia” y la frase con la que concluye el capítulo: 
“_¡Ah, doctor! Como que no somos tan malos amansadores. Véale el paso a la “Catira”.(p.160). 
Del mismo modo en el capítulo “La bella durmiente” la simbología alude al alma dormida de Marisela que ha despertado al amor tras conocer a Santos Luzardo. Para ella se abre un mundo de sensaciones antes desconocidas: 
“…como si acabase de nacerle una sensibilidad más fina” (p.111).
La misma naturaleza participa del despertar a la vida de Marisela:
”El cántaro del pozo baja y sube sin descanso y el agua subterránea que no conocía la luz, corre encandilada por el núbil cuerpo desnudo.”(p.111).
       A veces el sentido simbólico de los pasajes resulta de una fineza tan sutil, que requiere de mayor capacidad de percepción. Tal es el caso del capítulo “Candelas y retoños” rematado con la frase final: 
Y todo fue como los retoños después de las candelas”. (p.207). 
En “La miel de aricas” la amiga de Marisela habla ingenuamente sin percibir el sentido simbólico de sus palabras que hacen referencia al amor desgraciado, sentido éste percibido por Marisela. En “Los tetozos de Míster Danger se repite el mismo esquema de reiterar el simbolismo con una frase al final del capítulo. Mención especial merece “Los rebullones”, pájaros fantásticos “especie de materialización de los bajos instintos de Doña Bárbara (p.161)” o el carácter simbólico del tremedal a mi modo de ver, equiparable a la personificación medieval de la muerte. Además del simbolismo formal y lingüístico, podemos hablar del psicológico prodigiosamente utilizado en el capítulo “La dañera y su sombra” a través del cual se nos muestra un proceso de autosugestión femenina de la que se contagia el mismo lector que termina sin dilucidar nítidamente los lindes entre la realidad y la ficción. Todo el capítulo es un símbolo de la situación anímica de una mujer desesperada descrito con extremado lirismo. 
      Otro ejemplo magistralmente diseñado para expresar la situación anímica del personaje, su mundo interior expresado a través del mundo exterior, aparece en los capítulos “La pasión sin nombre” y “Soluciones imaginarias” donde se expresan los sentimientos caóticos e ilógicos de una muchacha enamorada de la forma más clara: la oración directa, contrastando con la enmarañada forma en la que Santos Luzardo, hombre de claro pensamiento, expresa los suyos. Rómulo Gallegos hace corresponder de ese modo, cada psicología, con su respectiva forma lingüística. La idea queda reforzada con otras imágenes simbólicas, ademanes de los personajes, objetos y elementos de la naturaleza.
    
        El último paseo de doña Bárbara fuera de la ciudad de San Fernando, es un prodigio de lirismo en el que el narrador nos va introduciendo paulatinamente en su estado anímico y el modo en que éste condiciona la percepción de la realidad. Confluyen las frases elípticas que sugieren un movimiento cíclico y eterno, ese fundirse con el paisaje observado, sintiendo una especie de comunión cósmica, simbolizado todo ello con  imágenes como el discurrir del agua, origen de la vida y su retorno. Se presenta de nuevo uno de los «leitmotiv» del libro: «las cosas vuelven al lugar de donde salieron»;(p.343) 7.  Frente a la efímera y transitoria vida humana, el inevitable Tempus fugit, la pervivencia de la naturaleza, la antigua idea de Heráclito del eterno fluir que todo lo termina mudando. 
      Las personas, al igual que la naturaleza, tienen la posibilidad de cambiar, de renovarse, del mismo modo que con el esfuerzo y el trabajo puede llegar a hacerlo una nación:
“Llanura venezolana! Propicia para el esfuerzo como lo fue para la hazaña, tierra de horizontes abiertos, donde una raza buena, ama, sufre y espera!...”

Barrera, Trinidad, Del centro a los Márgenes, Universidad de Sevilla, Sevilla, 2003,p.26
Leo, Ulrich, “Doña Bárbara, obra de arte” Doña Bárbara ante la crítica, edición digital, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001.
Ratcliff, Dillwyn, “Doña Bárbara”, Doña Bárbara ante la crítica, edición digital, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001.
Sáinz de Medrano, Luis, Historia de la Literatura Hispanoamericana (Desde el Modernismo), Taurus, Alfaguara, S.A.1989, pp.201-207.
5 Gallegos, Romulo, Doña Bárbara, Ediciones Petronio S.A.1978, Barcelona, p.357.
Leo, Ulrich, “Doña Bárbara, obra de arte” Doña Bárbara ante la crítica, edición digital, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001.
 Leo, Ulrich ” Doña Bárbara, obra de arte” Doña Bárbara ante la crítica, edición digital, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001.

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