18 dic 2013

La Sombra del Caudillo



 Ignacio Aguirre, héroe trágico.

                                                                                       M.Romo
  
       La sombra del caudillo (1929) de Martín Luis Guzmán pertenece a esa serie de novelas que vierten su mirada crítica en las consecuencias de la revolución mexicana. 1 La novela de este periodo fue el medio y la expresión de un proceso que Brushwood llama “proceso simultáneo de extroversión e introversión”,2 un intento de indagar en la ontología del pueblo mexicano, con el fin de descubrir sus rasgos negativos y diagnosticar las causas de un proceso que les llevó de la esperanza a la desilusión y al escepticismo. La actitud pesimista y crítica de los escritores mexicanos de este periodo y su sentir nacional ha sido comparada con la precedente de la generación del 98 y el espíritu modernista. 3 Al mismo tiempo que bucear en la propia identidad, a los autores de este periodo les urge entender su relación con el mundo, sobre todo tras el aperturismo europeo y la impronta del grupo de Los Contemporáneos. Esas nuevas ansias de universalidad, les conduce a la experimentación de nuevas formas de expresión, a la elección de símbolos y elementos míticos, a una paulatina descontextualización con el fin de trascender los localismos y las restricciones nacionalistas.
         La sombra del caudillo es la crónica de corrupción del poder dominante, donde los líderes políticos y sindicales, actuando en nombre de la Revolución, han sustituido a los caciques de antaño. La novela narra el terror desatado por una dictadura con motivo de unas elecciones. Es, en términos más precisos, la recreación literaria de los hechos históricos correspondientes a la época de la contrarrevolución delahuertista de 1923 y de la lucha electoral de 1927, 4 narrados bajo la forma de tragedia clásica. El método arquetípico hace posible, a pesar de la interacción entre la historia y la novela, que la obra pueda ser aprehendida en sentido trascendental. Los personajes de La sombra del caudillo, trasuntos de personajes reales, como los de otras tantas novelas del mismo periodo, adquieren de ese modo, dimensión mítica en cuanto que sus conductas apuntan a situaciones que pueden ser consideradas universales, reconocibles en periodos históricos distintos, potencialmente factibles; de ahí la estructura cíclica y abierta en la que fueron escritas y la reflexión que en ellas subyace.

         El proceso de mitificación de este héroe epónimo: separación-iniciación-retorno, va paralela a la simultánea desmitificación del proceso revolucionario, compartida y sentida por todos los mexicanos. La novela se inicia con la presentación del protagonista principal, Ignacio Aguirre, personaje inspirado en Adolfo de la Huerta y en el general Francisco Serrano, 5 pero su conducta apunta a la misma condición humana; representa en última instancia, a cualquier hombre inmerso en una determinada circunstancia histórica. Guzmán sigue en los elementos esenciales de su caracterización, el canon clásico del héroe trágico presentado en La Poética de Aristóteles 6. La tragedia clásica exigía que los personajes fuesen de origen noble. Ignacio Aguirre aún no siéndolo, tampoco es un ciudadano común, es el ministro de la guerra, un hombre poderoso con influencia sobre la colectividad.
    Paulatinamente se va esbozando su personalidad: hombre de cierto carisma y atractivo físico que goza del beneplácito de las mujeres; fácilmente corrompible, al que le mueven más los instintos que la razón. El narrador deja patente su inquebrantable lealtad hacia el caudillo; su espíritu hedonista y despreocupado, su buen gusto. Ciertas taras en su carácter –inseguridad y arrogancia- evidenciados en el transcurso de los acontecimientos, lo conducirán al cumplimiento final de un destino inexorable, destino que está marcado desde el momento en que se ve obligado a desafiar, no a los dioses del mundo clásico sino a un caudillo con cierto atisbo de reminiscencias mesiánicas, fuerza que en todo caso, excede a sus posibilidades. Poco importa la identidad del Caudillo -para unos Obregón, para otros Calles-, su significación trasciende a lo universal.

        El momento de la separación implica un cambio de situación, el tránsito de la estabilidad al desequilibrio y la inauguración de la andadura del héroe. Corresponde en La sombra del caudillo, a la irrupción del conflicto generado por la presentación de la candidatura a la presidencia de Ignacio Aguirre. Es llamativa la reiteración de la inexistente intención de Ignacio Aguirre por aceptar su candidatura, los sucesivos intentos de reconciliación y la relación de acontecimientos que le obligan finalmente a someterse a su destino. El momento más álgido lo representa el atentado de Axkaná, seguido del descubrimiento de los culpables, la consiguiente denuncia de los hechos ante el caudillo y la indiferencia de éste, acentuando la irreversibilidad de la situación, obligándolo a dimitir como ministro de la guerra y en consecuencia a disertar con respecto a la voluntad del poder dominante.
             El rito de iniciación, es ya una denuncia desmitificante. Corresponde a la serie de pruebas a las que es sometido el héroe: encuentros, tentativas, decepción ante la figura del caudillo, las dudas sobre su seguridad personal, los actos de violencia realizados a aquellos que lo secundan, las peripecias para conseguir aliados, las deserciones y traiciones. Las fuerzas oscuras de la sombra van actuando sobre el protagonista. Al mismo tiempo y progresivamente se lleva a cabo el paulatino encumbramiento del héroe. Las fuerzas del bien representadas por Aguirre y sus aliados se oponen a las de la sombra –Hilario Jiménez, Catarino Ibáñez, Protasio Leyva, Julián Elizondo, todos ellos ejecutores de su voluntad. El maniqueísmo se refuerza con elementos estéticos, mediante una técnica de simetría que opone por contraste la descripción de los personajes y de los objetos que aluden metonímicamente a aquéllos; el lenguaje y la elocuencia de sus discursos. El vertiginoso ritmo de los acontecimientos recuerda los de una novela policiaca donde van sumándose los elementos generadores del suspense.
         El retorno corresponde al aprisionamiento del héroe, y su repentina lucidez al comprender la traición de su amigo. La derrota del personaje es además de física, psicológica. Las premoniciones sobre su futuro se llenan de pesimismo. A través de la imagen del periódico, Aguirre llega a dilucidar el inabarcable poder del caudillo capaz incluso de distorsionar la verdad de los hechos. Ignacio Aguirre ignoraba la fuerza del poder contra el que se enfrentaba, su ingenuidad lo hizo vulnerable. “No madrugó”, fue incapaz de anticiparse al enemigo que por el contrario trazó con premeditación sus planes. Ese dejarse llevar por las circunstancias, esa falta de iniciativa, recuerda a la imagen del imparable rodar de las piedras, usada por Demetrio Macías y sugiere esa negativa inercia a la que algunos han hecho referencia al hablar del carácter mexicano. 

         La muerte de Aguirre, es investida de dignidad, tal como corresponde a un héroe trágico arrastrado fatídicamente a un destino inexorable. La adversidad ha templado su carácter. Aquel ser corrupto a pesar de comportarse aparentemente como los demás, llevaba en su interior el germen de un héroe. La misma opinión pública, a modo de coro griego parece preludiar el desenlace. El lector, se ha ido identificando paulatinamente con el personaje, ha asistido como testigo a su caída hasta llegar a experimentar finalmente la catarsis. La trágica muerte de Aguirre, no se debe a la conspiración de los dioses. Sobre él se ha cernido la sombra del caudillo que apenas aludido, es intuido en cada circunstancia desencadenante de la acción. El término sombra adquiere de ese modo, connotaciones siniestras. Al mismo tiempo remite al fracaso del ideal revolucionario.

          La intención del autor queda implícita en la obra denunciando la corrupción de los grupos de la burguesía posrevolucionaria, que seducidos por el capitalismo americano han sacrificado el ser, por el estatus económico; el desprecio del poder ante la opinión pública simbolizado en la muerte del joven periodista, el mesianismo y el culto fanático del pueblo hacia la figura del caudillo, tema aquí apenas esbozado, latamente tratado en novelas como El señor presidente de Miguel Ángel Asturias o El otoño del Patriarca de García Márquez. 
        La dialéctica del poder justifica los crímenes, las ignominias, los atentados, los latrocinios, las traiciones, utilizando el nombre de la revolución para legitimar atrocidades. El crimen político y la violencia no fue algo excepcional en México; estaba insertado como algo habitual; una forma de acción legítima que aseguraba la consolidación del poder (constatado por Maquiavelo en El Príncipe).7  La muerte de Aguirre parece hacer referencia al asesinato de Serrano, cometido en la carretera México-Cuernavaca. 8

           Axkaná González, representa la abstracción de los ideales revolucionarios, el alter ego de Aguirre; frente a la sombra siniestra del caudillo, su sombra fiel, que intenta imitarlo hasta en su actitud ante la muerte. Su supervivencia remite a aquella otra de los testigos anónimos de la injusticia de cualquier época que posibilita la denuncia, la revelación de la verdad. La salvación de Axkana no es casual, deja latente la esperanza.



1 Barrera, Trinidad, Del centro a los márgenes, Universidad de Sevilla, 2003, pp.22-25. 
2 Brushwood, J.S., México en su novela, Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México, 1973,p. 37.
3 Portal, Marta, Proceso narrativo de la Revolución mexicana, Espasa Calpe, 1980, p. 33.
4 Dessau, Adalbert, La novela de la revolución mexicana, Fondo de Cultura Económica, México 1972, pp.275
5 Lorente Medina, Antonio, Introducción a La sombra del Caudillo, Clásicos Castalia, Madrid, 2002, p. 47.
6 Lorente Medina, Antonio, Introducción a La sombra del Caudillo, Clásicos Castalia, Madrid, 2002, pp.49-60.
7 Jiménez de Sáez, Yvette “Escritura y proyección en La sombra del caudillo” Centro virtual Cervantes, AIH Actas XI (1992).
8 Dessau, Adalbert, La novela de la revolución mexicana, Fondo de Cultura Económica, México, 1972, p.275.







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